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La cuestión del estigma y los trastornos por consumo de sustancias
El estigma del trastorno por consumo de sustancias es un problema que se ha propagado durante décadas. El estigma afecta negativamente a la persona y es un grave problema de salud pública. Según el Instituto Nacional de Abuso de Drogas, el estigma contribuye a las altas tasas de mortalidad, encarcelamiento y problemas de salud mental entre las poblaciones afectadas.1
El estigma se define como “un conjunto de creencias negativas que un grupo o sociedad tiene sobre un tema o grupo de personas.”1 Según la Organización Mundial de la Salud, “el estigma es una de las principales causas de discriminación y exclusión y contribuye al abuso de los derechos humanos”.”2
Hay casos en los que la fatiga por compasión, la indiferencia que experimentan quienes ayudan a personas en apuros, puede fomentar el estigma. Recientemente, un bombero fue entrevistado en los medios de comunicación locales indicando que las personas que recibían naloxona para revertir las sobredosis de opiáceos eran clientes habituales; las mismas personas que recibían dosis de naloxona una y otra vez.
Aunque rara vez se basa en hechos, el estigma suele basarse en suposiciones, ideas preconcebidas y generalizaciones, y su impacto negativo puede prevenirse. Un estudio publicado el año pasado en el International Journal of Addictive Behaviors no encontró pruebas de que aumente el consumo de drogas con el acceso a la naloxona.3
Hay muchas cosas que podemos hacer como ciudadanos de a pie para reducir el estigma asociado al trastorno por consumo de sustancias. En primer lugar, es fundamental utilizar un lenguaje que dé prioridad a la persona. El lenguaje “primero la persona” define a la persona en primer lugar como ser humano y no la define por su enfermedad. No nos encontramos con personas que tienen diabetes y las presentamos como “el diabético”, pero ¿podemos decir lo mismo de las personas que tienen un trastorno por consumo de sustancias? El lenguaje person-first sustituye términos como trastorno por consumo de sustancias en lugar de “hábito de drogarse”, persona con trastorno por consumo de sustancias en lugar de "adicto", y análisis de drogas positivo en lugar de análisis de drogas sucio.
Un cambio de paradigma, de pensar “qué te pasa” a “qué te ha pasado”, es otro paso importante para reducir el estigma al considerar la atención informada por el trauma. Comprender dónde ha estado una persona y por lo que ha pasado puede ayudar al profano a tener en cuenta las razones por las que se ha encontrado en ese lugar. Aunque al principio las personas pueden consumir sustancias para experimentar placer o enmascarar el dolor, con el tiempo, reciben menos del efecto deseado y, finalmente, las consumen para detener los antojos y evitar sentirse “mareados por la droga”. La enfermedad de la adicción produce cambios fisiológicos en el cerebro que afectan al sistema de recompensa, al control de los impulsos y a la toma de decisiones.
Como ocurre con cualquier tipo de cambio de comportamiento, cambiar nuestra forma de pensar sobre el estigma asociado al trastorno por consumo de sustancias puede resultar difícil, pero quizá si cambiamos nuestro lenguaje, será más fácil que las personas con trastorno por consumo de sustancias cambien el suyo y busquen la ayuda que necesitan.
Si no realizamos este importante cambio para reducir y, en última instancia, acabar con el estigma, seguiremos siendo testigos de personas que dudan en buscar tratamiento. Por cada sobredosis mortal, hay 30 sobredosis no mortales.4 Cuando se utiliza la naloxona para revertir una sobredosis, debemos poner a las personas en tratamiento lo antes posible. Cada interacción con la naloxona es una oportunidad. De hecho, la única persona que no tenemos esperanza de salvar es una muerta.
1 Lauren Villa, MPH. “Avergonzar al enfermo: adicción y estigma”. Recurso de los Centros Americanos de Adicciones
2 “Estigma y discriminación”. Organización Mundial de la Salud: Oficina Regional para Europa, 2013.
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